lunes, marzo 16, 2009

Estados Unidos

"Cuando vivíamos en Estados Unidos..."

Así empiezan muchos relatos de los '80 en mi familia, y uno no lo dice de snob o algo, es que aclarar "la calle" Estados Unidos, simplemente no funciona.

Pienso que fue un buen lugar para estar de chico, en el medio de la ciudad, pero con un muy interesante patio de juegos donde podíamos jugar "como en la calle" pero sin autos y con mayor tranquilidad. Ok que en ese entonces la cosa no estaba tan peluda (el frente del edificio todavía no tenía rejas...), pero de todos modos era más cómodo que irnos a la placita de Bernardo de Yrigoyen.



En los '80 a nadie se le había ocurrido llenar todo de goma, con lo cual al caerte de los tubos te dabas un porrazo. El más memorable fue cuando "jugando" a marearme, me parece que con Emiliano, y me abrí la cabeza contra una columna. Todavía me acuerdo la sensación de cuando me tiraron del cuero cabelludo para coser.

De Mauro Entialgo: Plétora de piñatas

No recuerdo muy bien que hacía con mi día... tengo recuerdos de meriendas al volver del cole... mi cerebro me engaña y me dice que era mirando el Chavo del 8, pero eso habrá sido en los últimos años, antes no teníamos televisor.



El salón de abajo también fue escenario apropiado para algún cumpleaños infantil; recuerdo un mago cortando una zanahoria y después probando con mi dedo. Creo que fue en el mismo cumpleaños en que Tari (recuerdo bien?) me regaló el jueguito Nintendo de la fábrica de cemento de Mario, que llenó horas y horas de ocio, especialmente en vacaciones. Al llegar a 300 puntos si no habías perdido ninguna vida, te empezaba a duplicar puntos. La competencia con Andrés y Juancho era feroz. En algún momento superamos los 999 puntos y volvía a cero. No recuerdo quién mantuvo el mayor record al final, pero creo que fue o Andrés o Juancho (si fuera yo, me acordaría...)



La hamaca de madera y mimbre era una joya que disfrutamos hasta su destrucción, incluyendo innumerables arreglos en el mimbre. En la inevitable secuencia, desde su pristina inauguración, el mimbre se empezaba a hundir de a poco, luego se hacía un agujero; hasta que finalmente cuando ya el culo se iba entero para abajo se mandaba a arreglar. Abusamos de la hamaca infinitamente, la gastamos, una joya de madera curva, modelos que he visto acá incluso en museos de diseño. Pero cuánto mejor así que si hubiera quedado entera pero sin usar.


La llegada de el reloj cucú fue un gran acontecimiento. No recuerdo cuando fue, pero establecimos turnos para poder tirar de la cadenita del reloj; gran momento del día. En un principio Andrés tiraba de una cuerda y yo de la otra, recuerdo a Juancho de árbitro en las primeras ocasiones. No se si el ritual duró tres días o dos semanas pero quedaron marcadas. Hoy pienso que fue nuestro Tamagochi mecánico. Pobre cucú pronto le dejamos de dar bola.

Me acuerdo del empapelado de la pieza, el cuadro de Mickey Mouse, el viejo cartel de la Caixa del Penedès con una torre de 7 de alguna colla que no reconozco, la cama marinera. Las paredes del pasillo marrón oscuro. Alguna vez dibuje en las paredes?? Ma, vos me podrás confirmar.

Estados Unidos se quedó chico; me dio tristeza irnos de allá, sobre todo que cuando nos mudamos Perú era todavía zona de guerra por las obras (de nuevo: "la calle" Perú). Recuerdo la sonrisa del flaco que compró el departamento, jovialmente me dijo que él iba a comprar la casa... yo le quería bajar la sonrisa de una trompada, lo odié intensamente en ese momento. Pero desde luego que era un cambio para bien, en seguida me di cuenta. La casa se quedaba chica, sobre todo con un preadolescente en casa empecinado en crecer a ritmo desenfrenado.

Ahi está todavía... y a pesar de las rejas que hoy tiene y que el frente en general es medio fiero, cuando paso por el frente un reflejo alegre me sorprende casi siempre.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

nacho, el primer televisor que tuvimos fue el de la vieja rusa(Sofía Zorich de Permé,cuando murió.-Fue en el año l985 (yesterday,nomás)muy lindo todo el recuerdo.-

Nuri148 dijo...

Snif.

Anónimo dijo...

Me fascinó el post y me dio nostalgia, aunque para nada siento habernos ido de allí, ésta la siento como mucho más mi casa. Pero entiendo que a tu edad te diera cosita mudarte. Me acuerdo que el padre de Facundo me contó con una sonrisa que Andrés le había dicho que no le gustaba mudarse de donde había pasado toda su vida (él terminaba la primaria.
De verdad que el frente, con las rejas, quedó horrible, y el súper al lado tiene un aspecto bien choto. Y el verde que le pusieron a la fachada y medianeras es demasiado vibrante. Lo bueno eran las plantitas del jardín al que daba el balconcito.
Me parece que una vez, no sé si vos o Andri, escribieron en la pared. En cualquier caso, no debo haber sido muy complaciente con la hazaña.
El cucú realmente cantaba, pero al venir acá por algún motivo lo escuchaba mucho más (y me imagino ustedes), así que fue mejor dejarlo de decorado, relojes no faltan.
Las fotos que supongo posteaste no se ven, qué pena.