domingo, noviembre 02, 2008

Nymphenburg & Münchner Residenz

Llegando, por fin, al principio. El sábado por la mañana salimos para Munich. Nos encontramos con Paula y Markus, amigos de Elena que viven allá y que amablemente nos alojaron en su casa. Llegamos a eso del mediodía y partimos un poco hacia las afueras, donde está el Palacio de Nymphenburg, lo que era la residencia de verano de los príncipes electores bávaros.




Lo ordenó construir el príncipe elector Ferdinand Maria al arquitecto Agostino Barelli. Las primeras obras se terminaron en 1675 pero fue ampliado varias veces.

Al entrar lo recibe a uno la majestuosa Steinerner Saal, con frescos de Johann Zimmermann y decoraciones de François de Cuvillés. Luminosa, se eleva varios pisos en el centro mismo del palacio.



Luego a partir de ahi, hacia ambos costados, pueden visitarse varias de las habitaciones, que los distintos ocupantes iban ampliando o refaccionando a su antojo.


Ya fuera del palacio, entre los jardines (muy agradables para ir de paseo) está el Amalienburg. Lo curioso es que en concepto es un "refugio de caza", cuando: 1) ni siquiera está tan lejos del palacio y 2) tiene al menos tanta parafernalia rococó como el palacio (si no más, en el caso del salón de los espejos). Nuri comentará seguramente más, sobre todo de la cocina del susodicho "refugio".




Luego de cenar con Paula y Markus e ir un poco de joda (ir a bares diferentes de los tres habituales es siempre una alegría), partimos el domingo por la mañana a ver la Münchner Residenz, este en el centro mismo de la ciudad. Es gigantesco, y hay infinidad de salas por visitar (130).

Aunque ya había un palacio a fines del siglo XII, lo que se ve hoy en dia es posterior. Después de ver tantas salas uno queda mareado. Diversas reconstrucciones o ampliaciones van desde el renacimiento hasta el neoclásico. Miximilian I (s XV) ordenó la construcción de lo que hoy es la Alte Residenz. La última ampliación importante fue la de Ludwig I de Bavaria (s XIX), encargada al arquitecto Leo von Klenze.

El Antiquarium es uno de los más grandes halls renacentistas (1571); es obra de Wilhelm Egkl y Jacobo Strada para la colección de Alberto V. Fue transformada luego en salón para banquetes.


Otro de los salones más destacados es la Kaisersaal, ordenada por Maximiliano I a principios del s XVII. El tema de la sala, reflejado tanto en los óleos en el techo como en los tapices, son las virtudes que Maximiliano consideraba como fundamentales en el gobierno como príncipe (aunque no se qué tan bien las ponía en práctica).


Visitamos tambien la reconstruida (WWII como es habitual) ópera real, el Cuvilliés-Theater, obra de François Cuvilliés, construida en 1755. Entre otras fue el lugar de estreno de Idomeneo en 1781.


Terminamos ya siendo hora de almorzar, caminamos hasta la zona de museos, donde comimos pasta y repusimos fuerzas para la tarde.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es impresionante la sala-pasillo, de techo abovedado. Y el hall de entrada, con esa magnífica araña y esos techos decorados altíiisimos. Qué curioso el concepto de "refugio", para escapar a tanto fasto, aunque en este caso parece menos sobrio y campestre que el Petit Trianon de María Antonieta. Pero se ve que era la onda en esos tiempos.