viernes, febrero 13, 2009
Gucumatz
“-Claro que lo recuerdo, ¡no se crea un Universo todos los días!”
Con sonrisa cansada, Gucumatz se detiene un momento antes de continuar. Me pregunto cuantas veces le habrán pedido que relate la historia. Pienso que me soltará el mismo cuentito de siempre, el que esta escrito, el que conocemos todos ya hasta el hartazgo.
Sin embargo, tengo esperanzas. A pesar de su exclamación casi ofendida, me parece observar en esa pausa un intento por recuperar detalles y sensaciones sepultadas por el tiempo y el olvido. Una pausa necesaria para coordinar recuerdos desordenados de aquella época confusa y remota.
“-Antes de comenzar hablamos mucho con Tepeu al respecto... - comienza dubitativamente. Y se detiene otro par de segundos. –…Siempre hemos dicho que nuestro trabajo fue base del diálogo y trabajo conjunto. Y eso es hasta cierto punto verdad...”
Noto cierto resentimiento o frustración en su voz. Internamente mi corazón se acelera, presintiendo un atisbo de confesión, una variante en la historia. Pero en apariencia trato de mantenerme lo más calmo posible. No quiero arruinar la oportunidad que comienza a presentarse ante mí.
“-Si, si... que fue un trabajo en conjunto es, desde luego, cierto - continuó - pero lo de el diálogo... Trataré de explicarme: Tepeu siempre fue mucho más inquieto que yo. La idea del Universo desde luego fue suya. Él estaba harto de la calma, el vacío, la nada. Su ansiedad creativa lo desbordaba y yo, en definitiva, me dejaba arrastrar por su energía.”
“-Podríamos decir que, más que un trabajo en común, lo que hubo fue una división del trabajo. Eso, si… ese es el término apropiado: división del trabajo. Tepeu creaba; yo daba forma... Hablamos brevemente antes de comenzar, pero luego avanzamos prácticamente sin coordinación.”
“-Pero Gucumatz, no lo comprendo… - veo su inquietud latente, y, fingiendo sorpresa, trato de empujarlo para que continúe en esa línea, en esa explicación que yo desde hace rato sospecho- ¿Cómo dar forma sin coordinación?”
“-¡Exacto! Si, eso mismo me preguntaba yo en ese momento, ¿lo ve? Tepeu tiene un don formidable. Él es El Creador, si... y yo… en fin… ¿Qué es de la forma sin la existencia? Aquél fue el proyecto más grandioso que hice... y sin embargo...”
Gucumatz hace una breve pausa, pero esta vez no digo nada. Tal vez si lo presiono demasiado, la puerta que tanto me costó abrir volverá a cerrarse. Mi impaciencia es inmensa, pero me controlo. Respiro aliviado al ver que se dispone a continuar.
“-Fíjese, yo prácticamente corría detrás de él, tratando torpemente de ordenar su derroche. Me encontraba a diestra y siniestra con sus creaciones amorfas. Les tenía que dar forma, pero… ¿forma de qué? Tepeu nunca tuvo paciencia para los detalles. O sea… si que tuvimos un plan, no quiero exagerar tampoco. Pero yo apenas lograba mantener el ritmo y él avanzaba descontroladamente.”
“-Con el cielo y la tierra aún fue sencillo. Los primeros pasos eran desde luego los que habíamos logrado acordar al mayor detalle. Sin embargo, al llegar a los animales, a la vida... la verdad que se me fue de las manos. Tepeu estaba como en trance, en explosión creativa; y yo, sin saber qué se suponía que tenía que hacer. Lo hice lo mejor que pude, ¿sabe? Y la verdad que hoy me siento orgulloso de la belleza de mi obra. Pero jamás tuve que improvisar tanto. Di forma a osos, panteras, serpientes... En fin, ya conoce usted la lista... Tuve que darles forma a todos, casi sin pensar.”
“-Tras infinidad de creaciones se detuvo finalmente Tepeu un instante. Siempre se dijo que nos decepcionó como dioses que nuestras creaciones no pudieran hablar, y menos aún decir nuestros nombres. Y así fue..., si. Yo también estaba un poco decepcionado. Pero Tepeu… él estaba furioso. Y me reprochaba por haber malogrado sus creaciones.”
Ahora yo ya siento que puedo abordar la cuestión sin cuidado, veo que su necesidad de desahogarse se ha vuelto imperativa. “– ¿Y a pesar de eso, siguieron sin diálogo? – le pregunto -¿Se sucedieron los errores con el hombre, verdad?”
“-Precisamente, se repitieron los errores. Aunque diálogo, si que hubo. Pero más que diálogo lo llamaría discusión. Tepeu estaba especialmente intratable. Con el hombre fueron un par de ensayos más, pero esta vez yo me pude preparar mejor. En realidad, a esta altura, Tepeu, el Creador, repetía y repetía sus acciones de forma monótona y sin la menor variación. En cambio yo, Gucumatz, el que da Forma, mejoraba en cada intento.”
“-Él me seguía reprochando a cada resultado imperfecto, me acusaba de distorsionar su visión. Y entonces ocurrió: cuando finalmente se dio cuenta de lo que estaba pasando, fue cuando su ofuscación y furia se transformaron en pánico. Pero ya era demasiado tarde.”
“Él acababa de repetir su rutina... si no recuerdo mal, fue al tercer intento, aunque acaso hayan sido infinitos. Independientemente, el punto es que, en ese momento, en ese instante en que pude leer el terror en su mirada, lo supe: supe que esa vez la forma que estaba por dar sería perfecta, ¡sublime! Y así fue: la inteligencia, la capacidad, la belleza… Desde luego que esos hombres podían decir nuestros nombres, si lo veían todo… ¡Lo entendían todo! Y lo primero que hicieron fue agradecernos.”
A partir de ese momento todo mi esfuerzo se volcó en recordar cada palabra. Ya no hacía falta mi voz, pues era claro que Gucumatz ya no me hablaba a mí: se hablaba a si mismo.
“Cuando Tepeu logró asimilar la perfección de mi forma, la belleza del resultado, el pánico dio lugar a unos celos descontrolados. El Creador era desde luego demasiado orgulloso para reconocer lo sublime de mi contribución. Así fue que, por un instante, Tepeu se convirtió en El Destructor.”
“-Antes de que yo pudiera reaccionar, los desdibujó y los cegó, de modo que a partir de entonces sólo pudieron ver lo poco que ocurría a su alrededor, arrastrándose como sombras de lo que habían sido. Me dijo que era inaceptable, que eran demasiado iguales a nosotros mismos, y que eso no lo podíamos permitir. Pero desde luego era sólo él quien no lo podía permitir, o, más bien diría, admitir.”
Siguió un largo silencio. Yo respiré con cierto alivio, habiéndolo finalmente escuchado de sus propios labios. Pero me quedaba una sola pregunta, una sola frustración:
“-Pero no comprendo Gucumatz, ¿Cómo es que has callado todo este tiempo? ¿Por qué la historia que contaron luego es tan diferente?”
“-Mi amigo, esta historia se la he contado a Usted, y a Usted solamente, no espere que la repita. Ya incluso en ese mismo instante comprendí que yo nunca podía ganar, que mi batalla estaba perdida antes de comenzar.”
“Y no sólo era eso, imagínese, ¿Quién podría jamás concebir como tolerable un Universo creado desde la improvisación y la destrucción?”
Etiquetas:
relatos
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5 comentarios:
Se me ocurrió la historia como corolario de una semana muy Herzogiana. Es una reinterpretación muuuuuuy libre del mito de la creación maya cual registrado en el Popl Vuh. Me puse a leer al respecto despueés de ver la inclasificable "Fata Morgana", a la cual pertenecen los fotogramas intercalados en la historia.
Mi lindo, mis mayores respetos. Nunca leí el Popol Vuhví ni ví Fata Morgana, pero si te da esa inspiración, seguí viendo películas inclasificables.
sabés que yo tengo el popol vuh?
Bueníiisimo Igna!
Me re gustó! Quiero más!!!!
Gracias! :)
Veamos, a ver si la inspiración no tarda otros dos años para otro relato...
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