El sábado emprendimos la vuelta hacia Porto; el camino de vuelta incluyó una breve parada en el pueblo costero de Nazaré – con la excusa de haber visto el mar, aunque no nos hayamos metido al agua. Tras una corta vuelta a la plaza y mirador, seguimos camino, y llegamos a Porto pasado el mediodía.
Almorzamos una especialidad local, la muy popular “francesinha”, que es una tostada rellena con carne y varios embutidos, recubierta de queso gratinado y cubierto de salsa picante. Ya con la panza llena, salimos a pasear por el casco antiguo.
Porto tiene un aire diferente de Lisboa; es más medieval, y tiene tonos más oscuros. En gran parte se debe, según nos comentaron, a la diferencia de materials - aunque ahora no me puedo acordar de los dos tipos de piedra ni de casualidad. Se asemejan en cambio en la geografía, con grandes desniveles.
Al pasear por la ribera del Duero, domina la vista el Ponte Dom Luis; un fantástico puente de arco que une el centro de Porto con Gaia, en la ribera opuesta. El puente data del siglo XVIII, y consta de dos niveles. Por la base cruzan autos, y por arriba trenes. Subimos luego por callejuelas y escalinatas hasta la catedral, de estilo románico, y uo de los edificios más antiguos de la ciudad (s. XIII)
Más tarde entramos a la recomendada librería Lello & Irmão, de principios del s. XX, donde sorprende la decorción en madera (en particular la escalera central). También hicimos la visita al palacio de la Bolsa do Porto, del s. XIX, con sus diferentes salones.
El domingo ya tocaba volver; alcanzó la mañana para cruzar a Gaia y hacer alguna foto panorámica de la ciudad, antes de ir camino al aeropuerto. Los cuatro días resultaron un poco escasos para todo lo que había en carpeta, pero fueron ampliamente aprovechados. Nos quedó el lunes feriado para reponernos en casa a la vuelta, porque en estas escapadas desconectar uno desconecta, pero descansar, no precisamente.
Almorzamos una especialidad local, la muy popular “francesinha”, que es una tostada rellena con carne y varios embutidos, recubierta de queso gratinado y cubierto de salsa picante. Ya con la panza llena, salimos a pasear por el casco antiguo.
Fotos: qfwfq78
Ribera de la ciudad de Porto
Porto tiene un aire diferente de Lisboa; es más medieval, y tiene tonos más oscuros. En gran parte se debe, según nos comentaron, a la diferencia de materials - aunque ahora no me puedo acordar de los dos tipos de piedra ni de casualidad. Se asemejan en cambio en la geografía, con grandes desniveles.
Al pasear por la ribera del Duero, domina la vista el Ponte Dom Luis; un fantástico puente de arco que une el centro de Porto con Gaia, en la ribera opuesta. El puente data del siglo XVIII, y consta de dos niveles. Por la base cruzan autos, y por arriba trenes. Subimos luego por callejuelas y escalinatas hasta la catedral, de estilo románico, y uo de los edificios más antiguos de la ciudad (s. XIII)
Puente Dom Luis
Más tarde entramos a la recomendada librería Lello & Irmão, de principios del s. XX, donde sorprende la decorción en madera (en particular la escalera central). También hicimos la visita al palacio de la Bolsa do Porto, del s. XIX, con sus diferentes salones.
Catedral de Porto
El domingo ya tocaba volver; alcanzó la mañana para cruzar a Gaia y hacer alguna foto panorámica de la ciudad, antes de ir camino al aeropuerto. Los cuatro días resultaron un poco escasos para todo lo que había en carpeta, pero fueron ampliamente aprovechados. Nos quedó el lunes feriado para reponernos en casa a la vuelta, porque en estas escapadas desconectar uno desconecta, pero descansar, no precisamente.